CINECLUB WALEKER

Cine Club Waleker (Araña tejedora en wayú) hermosa leyenda que nos habla del origen de los tejidos, el nombre es un tributo a una de las etnias más representativas de Venezuelahttp://yabarana.blogspot.com/2009/10/leyenda-de-waleker.html

lunes, 27 de diciembre de 2010

VIDEOS


La Llamada / Trailer (2010)
Cortometraje realizado por el Cineclub Waleker 
en la Cárcel de Yare I


 
Aquí Empezó Todo (2008)
Cortometraje realizado por el Cineclub Waleker 
en la Cárcel de Yare I

lunes, 22 de marzo de 2010

ENTREVISTA A LIVIA MONTES


"La gente dice que se matan, que es violento,
que no se quieren, que se odian. Eso es mentira"


 Se estrenó en la Cinemateca Nacional el corto documental Aquí empezó todo, realizado por internos del pabellón 5 la cárcel de Yare I que participaron en un taller de cine popular del cineclub Waleker. Trabajos como este se han hecho en otros países, y entre ellos destaca El preso de la reja de hierro (O prisoneiro da grade de ferro, 2003), realizado por reclusos en el desaparecido penal de Carandirú, a quien el director, Paulo Nascimento, dio cámaras para que se hicieran autorretratos en video. La película venezolana no tiene nada que envidiarle al largometraje brasileño, salvo por algunos detalles técnicos que impidieron, por ejemplo, usar sonido directo. Más allá de su importancia como documento de la vida cotidiana de los presos en una de las cárceles más peligrosas del país, es una cinta que el público puede ver y disfrutar como cine.

Aunque se trata de una realización colectiva, Aquí empezó todo está basada en un relato en primera persona del preso Domingo Marrero, escrito en forma de diario y leído por Alberto Alvarado, uno de los integrantes del cineclub. Además de revelar detalles poco conocidos de la realidad en el interior de las prisiones, que contrastan con el estereotipo infernal que difunden los medios informativos sin dejar de dar cuenta de la violencia, la película destaca por el desparpajo y el humor con el que Marrero describe a sus compañeros, los “locosos” que viven en la “casa de Dios”, como llama al pabellón por estar reunidos en él los fieles de una iglesia evangélica. Éste es, por ejemplo, el retrato que hace de un interno conocido como “Moe”: “Triple personalidad, demencia, impulsos homosexuales constantes. Vive pensando en una faena de masturbación, fornicación, sexo anal, totalmente poseído. Su lado bueno hay que buscarlo con lupa, porque no es muy evidente. El único lado bueno que tiene es que es mi amigo”. Con el mismo espíritu relata el hallazgo de un cadáver –“he visto tantos muertos que ya parezco forense”– y los disparos de la Guardia Nacional, a la que llama la “orquesta sinfónica guardia”. Pero también deja traslucir la tristeza que permanentemente acompaña de los reclusos, y los problemas personales que no dejan de acosarlos cuando están tras las rejas. “Parece que la mujer que parecía que era mi mujer está con otro, y ella me está viendo la cara de pendejo”, dice, en confesión de sus cuitas amorosas.  “Que Dios los bendiga, y jódanse todos los que odian a los demás”, son las palabras con que termina su relación del diario acontecer en la cárcel, que dura 12 minutos.

Vértigo entrevistó a Livia Montes, fundadora del cineclub Waleker, y coproductora y camarógrafa de Aquí empezó todo, sobre la película y el taller de cine popular que dictó en Yare I. También sobre su trabajo cultural en las cárceles, que comenzó en el demolido Retén de Catia, en 1994, y que continuará con una película de los presos de Yare sobre uno de sus ídolos: el cantor de “Las tumbas”, Ismael Rivera.

¿Cómo fue que comenzó su trabajo con los presos en el Retén de Catia, en 1994?

—Yo pertenecía al movimiento popular cineclubista de aquella época. Me mudé para Catia y allí, en Lomas de Urdaneta, fundé el cineclub Waleker, que es una palabra wayuu y una leyenda que habla de los tejidos. Proyectaba en la comunidad y trabajaba con niños, en las plazas y en los parques, y un vecino me invitó al Retén de Catia a pasar una película. Recuerdo que me dijo: “Para que le hagas una proyección a los muchachos”. Yo nunca había ido. Nunca pensé que iba a tocar un lugar como ese y esa realidad, que era de mucha violencia y de mucha necesidad, porque no había nada. Me di cuenta de que un proyector de 16 mm era un salvoconducto: podía subir y todo el mundo me llamaba, todo el mundo quería. Las películas las sacaba de la Dirección de Cine del Conac. Estaba afiliada y ellos me las prestaban. Así empecé el trabajo, hasta que me estabilicé en un pabellón que era sumamente violento. Ahí había muertos todas las semanas. En ese pabellón muy violento, del que todo el mundo hablaba y le tenían miedo, ahí me quedé yo.

—¿Por qué decidió trabajar en ese pabellón?

—Porque el que me acompañaba, que primero era un vigilante y después, como no me podían acompañar siempre, fue un interno, me dijo que esos muchachos eran muy maltratados por los problemas que tenían, pero que no eran malos. Me convenció de que podía trabajar ahí y me quedé. Tuve receptividad. Ellos me escucharon, les gustó la idea de que fuera un día a la semana y así fuimos, sin saber y sin querer, haciendo un proyecto. Se unieron otros compañeros más, Juan Sanoja, Ricardo Guerrero, decimista y cineclubista, y Ángel Palacios. Me acuerdo que estaba recién llegado de Cuba y se fue con una cámara para allá a dar un taller de video. Pienso que Aquí empezó todo es una semilla que dejó Ángel sembrada en nosotros y que germinó ahora, después de varios años, en Yare.

—¿Cómo fue su traslado a Yare?

—Ya había estado trabajando en varias cárceles. Cada año escojo una para trabajar. Yare siempre lo tenía en mente porque sabía que era muy peligrosa y muy necesitada también. Era como conquistarla. La Casa de las Letras Andrés Bello, porque también soy promotora de creación literaria, me dio la oportunidad, el transporte para que fuera. Entonces me metí con los talleres de creación, un trabajo de hormiguita. Había poca participación y es muy difícil, porque la población está totalmente dividida. Los que viven en un área no pueden pasar para otra, y nunca se puede unir gente todos los grupos para tener un buen grupo de trabajo. Son grupos muy reducidos. Además, la población, al no conocerte, no se te acerca. Bueno, es cuesta arriba. Pero mi constancia permaneció desde que entré. Ingresé en 2006 y ese año estuve con los talleres de creación, y al otro año dije que también le iba a meter al cine, porque ya me conocían un poco más y me estaban llamando. Allá la población se muda mucho y ellos de a donde se mudaban me llamaban, porque me conocían. “Trabaje aquí”, me decían, y me hacían la apertura. Así introduje el cineclub.

—¿Cómo fue el taller y el proceso de realización de la película?

—Después que hice la difusión por un año, me dije: “Ahora voy con los talleres de realización de video popular”.

—¿A qué se refiere con “video popular”?

—Nosotros somos cineclubistas, no somos cineastas, y tenemos conocimientos elementales de la realización de videos. Quisimos transmitirles eso a los muchachos también: que con pocos recursos podían hacer algo con contenido. Yo siempre les digo que lo importante es el contenido que lleve el trabajo que se haga.

—¿Cómo hizo para meter la cámara en el penal?

—Le pasé la carta al Ministerio de Justicia, con una carta anexa en la que el CNAC me avalaba. No me dieron respuesta, pero por mi trabajo, la directora que estaba en ese momento, que tenía muchas referencias de mí, me dio esa confianza y permitió que la cámara entrara en el penal. Me costó mucho el permiso, porque por esos meses mataron a unos muchachos, a los que les cortaron la cabeza, y salió por Internet. Eso afectaba la posibilidad de que yo pudiera meter una cámara, hasta que por fin llegó el día en que dije “esta es nuestra oportunidad”, y con Alberto Alvarado, que es un miembro del cineclub muy joven y que tiene muchas inquietudes, aprovechamos que había estado dando el taller por cinco meses, aunque interrumpidos, porque siempre hay problemas. Ese pabellón pertenece a una iglesia evangélica que viene de la calle y siempre tiene su servicio, y hay que respetarle sus horarios. Había todo eso pero yo siempre estaba allí, y me dije: “Vamos a continuar”. Con una camarita de fotografías les di a ellos los valores y planos, porque no tenía posibilidades de hacer más nada. Con esa camarita hicimos todas las prácticas de documental, viendo y analizando siempre documentales. Hasta que conseguí el permiso y la producción se hizo en dos días.

—¿Con qué cámara trabajó?

—Una pequeñita. Incluso se perdieron los diálogos. No los pudimos incluir en la edición porque, cuando caminábamos, como es una cámara básica y tiene el micrófono incorporado, se perdía el audio. Por eso tuvimos que montar toda la voz en off. La idea era que hubiese voz en off pero también que se escuchara el sonido del ambiente, y a ellos conversando, pero eso no fue posible. 

La película no es exactamente un documental, es un ensayo en primera persona...

—Cuando terminamos el taller, les puse a ellos una tarea: tenían que hacer un guión. Los dividí en dos grupos y un muchacho que se destaca, porque le gusta mucho escribir, que es Domingo Marrero, y que es el protagonista, escribió su historia, su día a día. Eso era largo, largísimo, y no podíamos hacerlo tan largo. Además, estábamos limitados de espacio. No podíamos bajar con la cámara a grabar por ahí porque era meterlo a él en problemas, y que la población se enardeciera. Incluso para grabar el muerto tuvimos que pedirle permiso al pabellón de enfrente. Ellos no son de la iglesia y había que pedirles permiso porque era su espacio. Nos lo permitieron: se guardaron y nosotros pudimos grabar. Domingo nos entregó esa propuesta en nombre de todo el grupo y nos gustó mucho mucho, aunque él no dice por qué está ahí. Nosotros lo sabemos, pero él no lo termina de decirlo, y así fue que se hizo.

—La película muestra una parte poco conocida de la vida de los presos, la cotidianidad.

—Hay un mundo que nosotros no conocemos. Los días de visita tienen una característica: la gente está muy alegre, todo el mundo está relajado y feliz. Se ve una cara. Cuando nosotros vamos allá a trabajar se forma otro ambiente. Pero cuando no hay nadie, ¿cómo es el mundo de ellos? La gente dice que se matan, que es violento, que no se quieren, que se odian. Eso es mentira. Hay mucho amor ahí, mucha solidaridad y mucha alegría, abrazos. Ellos mismos se abrazan, están todo el día echando broma unos con otros. Eso es lo que nosotros quisimos que la gente viera en ese corto: la vida de ellos cuando nadie los ve, y sus reflexiones. Cuando lo proyecté por toda la torre, porque nos fuimos pabellón por pabellón proyectándolo, todos los internos decían que estaban de acuerdo con las reflexiones de Domingo, porque a cualquiera lo ha dejado una mujer, y él dice: “Tengo ganas de llorar, tengo ganas de llamarla. Pero, ¿querrá hablar conmigo?”. Cuando dice “Yo soy el rata”, se ve la vergüenza de familia, y eso mismo también lo piensan los demás. Pensar “¿qué voy a hacer en el futuro?, ¿qué voy a hacer con los años?”. Son las reflexiones de él pero también las de todos los internos.

—¿Cuál es su próximo proyecto?

—Tenemos uno que va a ser muy divertido y va a abarcar varios lugares del penal, porque lo estamos haciendo por sectores. Hay mucha más participación, porque la gente, gracias al trabajo de Domingo, lo entendieron y se interesaron, y ahora aceptan: todo el mundo quiere hacerlo. Hay muchas propuestas por ahí, que no nos han entregado pero que nos han dicho. El corto va a ser un tributo a Ismael Rivera, que se llama De Yare p’a La Bombilla. Allí hay gente de La Bombilla que está presa y allí se le hace un homenaje todos los años. “Las tumbas” va a ser una de las piezas del corto, y “El nazareno”.

—¿Van a hacer películas en otros penales?

—Nosotros pensamos estabilizar el proyecto de cine popular en Yare, porque viene la cárcel nueva, Yare III, y hemos solicitado al Ministerio de Justicia que nos facilite un espacio permanente, para tener una editora y, con un grupo de compañeros, formar la escuela de una manera más sistemática. Pensamos que ahora es un proyecto piloto y, después de que veamos el resultado, queremos que los muchachos salgan a trabajar verdaderamente, que no sea una afición, para cuando recuperen la libertad. Queremos hacer esta prueba piloto, y después ir a otros lugares, a seguir.



miércoles, 17 de marzo de 2010

Cineforo en el Liceo Andrés Bello


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Viernes 19 de marzo de 2010, 6:00 pm

martes, 9 de marzo de 2010

Cineforo en El Guarataro

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Sábado 13 de marzo de 2010, 5:00 pm